Rafael Araneda es, sin duda, de lo peor de la televisión chilena. Karen no necesitaba tener a este ícono de la televisión de la crueldad a su lado, un títere de una producción que invitó al comediante pifiado tres veces al escenario.
Rafael, no es no, y con una vez debería ser suficiente. Rafael, si el monstruo fuera una señorita, yo te habría dicho: “La señorita ya te dijo que no quiere reírse con tu amigo”, y luego me arremangaba las mangas.
Solo tu voz haciéndole coaching al comediante y haciéndole no mansplaining, sino que ahora el acostumbrado comediasplaining, casi me hace vomitar. Eres un ícono de la TV basura que no reconoce el talento, aunque lo tenga pegado en la frente, como pasó cuando eliminaron a Mon Laferte del programa de “talentos” Rojo, Fama Contra Fama.
La TV chilena no reconoce la belleza, la originalidad, la emoción. Sus narices, de tanto aspirar y aspiracionismo, ahora solo pueden reconocer el olor a caca. Son como los Spiniak de la cultura, van como zombies que persiguen carne podrida y luces, y por eso vuelven una y otra vez a las mismas momias de los años 90 que validaban toda una cultura del consumo que sueña con vivir en Chicureo o en Miami.
Gaviota de oro para ti por ser ícono del espinita, rastrero de la producción que busca subir el rating a costa del acoso masivo a los artistas.
Más sobre este episodio aterrador en El Club de las Tres de la Tarde Podcast, hoy por YouTube.